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martes, 19 de mayo de 2009

Managua, mi linda e inconclusa Managua


En 1846 esta villa que llamamos ahora Managua, fue elevada a ciudad. Después de todos estos años a partir de esa fecha, todavía me pregunto si realmente somos una ciudad, una urbe, una capital.

Miro alrededor y es fácil darse cuenta que en realidad continuamos siendo un pueblón, ahí medio iluminado y con algunas calles semi pavimentadas, un tráfico ridículamente fastidioso, infraestructura medianamente desarrollada y en desorden creciente, donde vacas y caballos pasean a su antojo por la vías principales como por sus campos.

Para nadie es un secreto que nuestra Managua es un completo caos. Hace calor hasta la muerte. Las personas van de malhumor caminando, en autos particulares, en taxis, en motos, en bicicletas, comprando en las pulperías, los supermercados, en los expendios de alcohol y juerga, en las instituciones públicas y privadas, y todo debido al
calor
calor
calor.

Sus habitantes caminan rápido por las calles secas y difusas. Están hartos del sol que los insulta. Van con el ceño fruncido. Tienen esa perpetua seña en sus rostros, una cicatriz a fuerza de solazos. Empuja a uno que otro transeúnte que se le cruza entre la breve multitud en el camino, y si le decís “algo” en tono de reclamo cuasi educado, se voltean y sólo te miran, no te contestan, eso es ya suficiente para el buen entendedor, que no necesitará ni una sola palabra. Pero todo es por el calor. El calor es el artífice, es el culpable de todo.

Luego llueve, llueve tan sólo por unos minutos y copiosamente, o llueve durante horas o días, ralito, y la lluvia no es bendición, sino inundación fatal y absoluta, desgracia, deslave. La capital entonces se transforma: las calles quedan vacías, la poca gente se refugia en los nulos techos donde puedan cubrir sus escuálidos cuerpos. Vuelven a sus hogares húmedos, se enmohecen como los muebles, como la ropa, se entristecen como gatos. Trapos mojados en la cocina, en el porche, en los cuartos. Ellos no tienen lavadoras ni secadoras en sus casas, viven del sol que maldicen, pero que finalmente es el que seca sus camisas, sus pantalones, sus vestidos, sus calzones, sus brasieres, y ahora resulta que lo extrañan, y piden que vuelva sólo un poco, un poquito nomás. No dejarán por esa transitoria necesidad solar, que su manía de quejarse del sol y el calor, se vea empañada. No perderán esa terquedad irremediable de no llevar sus paraguas consigo. Es mejor no prever para no llevar más bulto, una sombrilla estorba, pesa demasiado, incomoda. Ya habrá a quien arrimarse para no mojarse.

Otras calamidades numerables y tangibles de nuestra urbe
el transporte urbano colectivo, un real desastre, reggaeton, bachata, ranchera, plena, soca, balada de los 80´s, suena fuerte en las bocinas. Puertas inservibles. Retazos de asientos. Un claxon ensordecedor frente a un anuncio de “silencio hospital”. Prisa, prisa, prisa. Conductor encachimbado y sin paciencia ¡Suba suba suba o se queda! Descalabro, accidentes, incendio dentro de las unidades. Manoseo. Miraditas. Alguien desconocido detrás de ti, te acaricia los cabellos.

El derecho del consumidor, simplemente inexistente. Vaya y compruébelo en ventas, bares, bancos, taxis y todo aquello que se supone deba prestar un servicio.

Robos, secuestros express, inseguridad ciudadana, prostitución clandestina y no tanto, abortos encubiertos, pseudo moralismos, mojigatería, iglesia corruptible y corrupta, policías que no se dan abasto, maestros malpagados, mediocres, esforzados, sistema educativo endeble, sistema de salud precario, no funciona, no resuelve, medicinas que no cubre el seguro social, el seguro social es un porquería, las pensiones son más de lo mismo, es decir, más y más porquería.

Compra y venta de sustancias psicotrópicas y otras controladas, que se comercializan sin receta médica en mercados negros y farmacias y distribuidoras farmacéuticas blancas, payasos en los buses diciendo chistes de mal gusto y poca creatividad, uno que otro ciego, niño, niña, jóvenes, ancianos pobres, pidiendo reales para comida, medicina, estudios, ropa, necesidades básicas (obligaciones del Estado y la familia), todos pidiendo un peso, otro peso, cinco reales, o lo que sea su voluntad ya por último.

Vendedores ambulantes de baratijas innecesarias y sin sentido, que algún pobre pobre pobre comprará porque le parece novedoso. Venta de pastillas y pomadas cura todo. Fe de los clientes en estos productos milagrosos. Titulares en los diarios atestados de política, política y más política sucia y escabrosa, seguido de deportes (el box y béisbol infaltables). Mujeres no tan sensuales pero sí desnudas, al mejor gusto del gremio taxeril, buseril y camionero. Sí, esos que consumen carne joven muy joven, tierna y jugosita.

Luego, la lectura de uno que otro relato erótico en el semanario amarillista, sensacionalista y excitante que se vende en los semáforos, nada como echarle un vistazo para ponerle salsa y amenizar la nota roja. Nos encanta lo bizarro, pero no nos permitimos aceptarlo.

Cuando caíste, ya tuviste una, dos, tres erecciones y sus respectivos orgasmos, un susto, un llanto, una sonrisa, una inconformidad, un alivio, una tristeza, una arrechura; sin saberlo, has tenido una o varias de estas sensaciones, y todo aquí nomás, cerquita, en tu pueblito medio iluminado y con algunas calles semi pavimentadas, un tráfico ridículamente fastidioso, infraestructura medianamente desarrollada y en desorden creciente, donde vacas y caballos pasean a su antojo por la vías principales como por sus campos.
¿Verdad que esta ciudad es linda?

1 comentario:

bruixot dijo...

Hola!

Gracias por acercarme tu visión de tu ciudad. Como cada lugar donde uno reside envuelve esa doble sensación de asfixia, de crítica hacia todo lo que la rodea, su conducta, sus vecinos...pero a su vez desprende encanto que te hace imposible el poder marcharse...porque realmente es linda.

Muchas gracias por tu visita
Un besito